Otro feriado… ¡buenísimo! ¿no?
¿Y ahora qué festejamos? Nada. ¿Qué conmemoramos? Un genocidio… una locura.
El 2 de abril de 1982 se inicia la guerra de Malvinas: tropas argentinas ocupan las islas y expulsan a los ingleses. Cientos de miles de argentinos festejan este acto sin tener en cuenta ni el presente (era un dictador a quien se aplaudia), ni el futuro (una derrota dolorosa que se cobró 649 vidas), ni la realidad (iniciar una guerra contra una potencia militar como Inglaterra), ni las consecuencias (el suicidio de más de 300 ex-combatientes, la falta de cobertura de los 12.000 que todavia no lo hicieron, el olvido… siempre el olvido)
No es el comienzo de la guerra lo que debemos recordar, sino el hecho de que aplaudimos al dictador que mandaba chicos a la querra, de que los empujamos al horror mientras nosotros lo mirábamos por televisión y de que nos hicimos los desentendidos con los que volvieron.
La Guerra de las Malvinas no fue « una gesta heroica »; es la crónica de una vergüenza nacional: no por la derrota, sino por lo que demostramos ser como sociedad.
NO HAY HÉROES, SÓLO VÍCTIMAS