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Erase una vez, en un bosque, un lobo que se llamaba Adam. Un día, Adam exploró un camino y descubrió un lugar secreto donde descansaba un arból mágico. Intrigado, Adam se acercó y vio un hada. El hada le explicó que el arból tenía el poder de conceder un deseo. Adam pidió inmediatamente al arból que le concerdiera su deseo. Adam abrió y cerró los ojos : descrubió que su deseo fue concedido. El arból se convirtió en el amigo de Adam. Ambos protegieron el encantador bosque.
Raphaël, 1° de ESO